Viajar en familia es siempre un placer. Si bien es verdad que cuando no hay niños de por medio el viaje suele ser más tranquilo y menos agotador, a mi marido y a mí nos encanta viajar con los niños. Cuando eran más pequeños sí que es verdad que los dejábamos con las abuelas porque no disfrutaban el viaje, lo pasaban mal al no estar en su entorno y a penas podíamos visitar nada, pero ahora que cuentan con 8 y 10 años los llevamos siempre sobre todo cuando hablamos de un viaje cultural.
Desde el año pasado hemos cambiado los grandes viajes fuera de nuestras fronteras que podíamos permitirnos sólo una vez al año, y con suerte, por viajes de menor recorrido dentro de España a ciudades que no habíamos visitado hasta entonces y nuestros hijos, Ana de 8 y Jaime de 10 años, vienen con nosotros. Gracias a eso han tenido la oportunidad de ver La Giralda en Sevilla, la Alhambra en Granada y festividades como “El Bando de la Huerta” en Murcia y “Las Hogueras de San Juan” en Alicante y este próximo puente de noviembre vamos a utilizarlo para seguir descubriendo el sur de nuestro país: nos vamos a Córdoba.
Obviamente hay lugares obligados a los que ir como puede ser la Mezquita, el puente romano, la Plaza del Potro, la Calleja de las flores y el Alcázar de los Reyes Cristianos, pero también quiero descubrirles otros lugares menos turísticos pero igual de hermosos y llenos de cultura hispánica. Por ejemplo, el Palacio de Viana es uno de los mejores lugares que ver en Córdoba, porque aúna historia con tradición y cultura en un mismo lugar y podemos ver tanto el palacio como sus patios, tan típicos andaluces.
También me gustaría llevarles a la Torre de la Calahorra y a la Puerta del Puente, pero todo dependerá de cómo nos organicemos porque sólo vamos tres días y hay demasiado que ver.
Luego iremos hacia el centro y norte de España
Del sur nos queda ver algo de mar, tal vez a la próxima vayamos a Málaga o a Almería pero después pasaremos al centro de España. Quiero llevarlos a Cuenca, a ver las Casas Colgantes, a Toledo, a ver el Alcázar, y a Mérida, por supuesto, a ver el teatro romano. Un poco más hacia el norte tengo muy claro que los llevaré a ver el Acueducto de Segovia, la Universidad de Salamanca, la Catedral de Burgos, y la Pilarica en Zaragoza. Y ya, rozando el mar Cantábrico, veremos Asturias, Santiago de Compostela, Bilbao y Navarra.
Más adelante, cuando sean mayores, siempre podemos plantearnos escapadas a otros países europeos que tienen viajes en avión de corta duración como Londres, París, Berlín e incluso Roma, pero eso ya vendrá porque no pienso meterlos en un avión a estas edades en las que no saben para quietos ni cinco minutos. Al menos no pienso hacerlo mientras haya tanto que ver dentro de nuestras fronteras.
Y es que mi marido y yo pensamos igual con respecto a esto de viajar: además de darnos la vida es lo que no da cultura, sabiduría y respeto.