¡Proximamente lanzamos nuestro newsletter!

Días
Horas
Minutos
Segundos

Los viajes con niños son inolvidables

Viajar en familia puede ser toda una odisea pero siempre es divertido. Posiblemente los niños acaben peleados y los padres cansados, agotados, pero os puedo asegurar que merecen la pena. Aún recuerdo cuando, siendo niña, íbamos toda la familia de camping o hacíamos algún que otro viaje a países vecinos y mi hermano y yo mirábamos todo con ojos de alucinados.

También es verdad que en la mayoría de las ocasiones liábamos alguna pero son cosas inevitables cuando hay niños. En una ocasión nos dio por escalar una pequeña montaña con unos amigos que nos habíamos hecho en el camping. No era una gran montaña ni tenía elevaciones demasiado empinadas pero nuestros nuevos compañeros de aventura no eran tan atléticos como nosotros y uno de ellos resbaló desde la cima cayendo con la pancha hacia abajo y resbalando por toda la tierra. El pobre acabó lleno de arañados por el pecho, la barriga y parte del pubis y mis padres, por no quedar mal con los vecinos, nos castigaron a no ir solos por ahí lo cual no era justo porque nosotros no habíamos hecho nada.

En otra ocasión nos escondimos justo en medio de un arbusto gigante. Mis padres de volvieron locos buscándonos pero para nosotros era un juego pues teníamos 3 y 5 años así que seguimos escondidos a pesar de los gritos de mi madre y la impaciencia de mi padre por encontrarnos. Mi hermano se rio al cabo de un rato y eso fue lo que nos delató y acabamos castigados de nuevo, yo más que él por ser la mayos (todo hay que decirlo).

Mi última aventura

En esta última ocasión los niños han sido otros y yo he sido la adulta que castigaba pero, como ya he dicho, son cosas inevitables. Mi marido y yo fuimos a pasar unos días a Sevilla con nuestros hijos. Estaba todo preparado y organizado: nos alojamos en el Mercer Sevilla (habitaciones contiguas por supuesto) y contratamos dos excursiones chulísimas con Visitours. En teoría no había nada que se nos pudiera escapar… nada menos los niños.

Una mañana, a las 9 más o menos, abrí la puerta que comunicaba su habitación con la nuestra y ya no estaban en la habitación. Bajamos a recepción, nadie los había visto, salimos a la calle en busca de dos pequeñajos rubios que estuvieran cerca y no vimos nada hasta que, media hora más tarde, llamaron al móvil de mi marido desde recepción del hotel porque nuestros hijos estaban buscándonos. Los señoritos habían leído en el panfleto del hotel que el desayuno buffet se servía de 8 a 10 de la mañana y ellos solitos habían decidido bajar a desayunar a las 8 en punto. Comieron de todo, probablemente repitieron y tripitieron cruasanes de chocolate (lo sé porque el pequeño vomitó luego dos veces) y cuando se cansaron, a eso de las nueve y cuarto de la mañana, subieron de nuevo a ver por qué no bajábamos a desayunar y, al no encontrarnos en nuestra habitación fueron a buscarnos a recepción.

Los habría ahogado en ese momento de no haber sido porque la explicación que medio el mayor era bastante coherente y acabó dándome la risa tras escucharla. El resto del viaje fue bastante bueno y sólo me queda decir lo siguiente: es una auténtica maravilla viajar en familia y con niños pequeños a pesar de la gran cantidad de inconvenientes que tiene. Pensad que lo que no hagáis ahora quedará sin hacer en el futuro.

Comparte tu amor
Facebook
Twitter

Noticias relacionadas

Scroll al inicio