“Abuela ¿te ayudo con el agua?” Cuando escuché esa pregunta salir de la boca de mi hijo de 7 años cuando vio que mi madre no podía llevarse el vaso de agua a la boca sin derramar el contenido supe que mis dudas sobre cómo explicarle la situación de la abuela no tenían necesidad, él ya sabía lo que le pasaba. Puede que no lo entendiera, que no supiera los motivos, pero él ya sabía que a partir de ahora, hay que ayudar a la abuela.
Parkinson, esa temible enfermedad que poco a poco va degenerando tu sistema nervioso hasta que eres in capad de sostener prácticamente nada. Puede que, en teoría, puedas correr, saltar, andad, gritar… pero en realidad no puedes hacer nada. No tienes capacidad para hacer nada y dependes de los demás para comer, beber, caminar e incluso para ir al baño ¿quién quiere eso en su vida?
Parkinson, una dolencia que disminuye considerablemente tus niveles de vida, que destruye sueños y mina ambiciones, que destruye familias y genera otros problemas derivados en todo el tu organismo.
Hay jóvenes que desarrollan la enfermedad antes de haber vivido casi nada, músicos que ya no pueden tocar la guitarra y pintores que ya no pueden hacer una simple línea, a no ser que sea montañosa claro está, y en España hay un número de centros contados donde se investiga la enfermedad y se busca tratamiento. Muy poca es la aportación económica que da el gobierno y poco es lo que se recauda de donaciones privadas.
El centro asistencial geriátrico Benviure (tratamientoparkinson.es) es un centro especializado en Parkinson formado por más de 100 profesionales dedicados a la atención geriátrica de nuestros mayores y es uno de los pocos centros donde la investigación sigue luchando, día a día, para encontrar medicamentos paliativos y ayudas a estos enfermos. Lo conocí hace unos meses, cuando empecé a preguntar a profesionales sobre algún lugar donde, desgraciadamente, llegará el momento de llevar a mi madre, aunque no quiera.
Mi hijo tendrá que aceptarlo
El problema es cómo decirle a mi hijo que tendremos que ingresas allí a la abuela. Ahora sé que es más maduro de lo que pensaba, que puede que no llegue a entender ciertas cosas pero sí comprende la vida, lo que ocurre a su alrededor y los problemas que le rodean, así que imagino que explicarle la situación no va a ser ahora tan complicado. Tiene que entender que esto se va a agravar, que va a más y no a menos, y que llegará un momento en que yo no podré atenderla debidamente y eso, tampoco es bueno para mi madre.
Egoístamente quiero tenerla en casa para siempre, que siga disfrutando de su nieto, que siga sentada en el televisor diciéndome cómo limpiar mejor y algunos trucos de la “botiga de la abuela. Egoístamente quiero que viva para siempre pero eso no puede ser, y soy consciente de mis limitaciones, de que no puedo dedicarle el tiempo que necesita y que va a seguir necesitando y de que mi hijo también va a demandar su atención, puede que no con palabras pero es un niño pequeño y no puedo ignorar sus necesidades para estar pendiente los 365 días del año de mi madre. Es duro, pero es así.