El desarrollo del niño pasa por diferentes etapas, y una de ellas es la de las preguntas, los famosos ¿por qué? Esta etapa se suele desarrollar entre los tres y cinco años, y es un signo claro de que su evolución es normal; los niños están desarrollando el lenguaje y su estructura gramatical, por ello comienzan muchas de sus frases con las preguntas de por qué, cómo…, imitan la entonación de las frases y repiten palabras nuevas para ellos. Están explorando y aprendiendo a conocer el mundo y el entorno que les rodea, y puesto que hay demasiadas cosas que les llaman poderosamente la atención y no comprenden, necesitan que alguien les dé una explicación de una manera lo más sencilla y clara posible, siendo los padres, la familia o los cuidadores del niño quienes deben responder a cada una de sus preguntas, aunque a veces sean repetitivas. Si esto ocurre podría ser una señal de que el niño no ha entendido bien lo que le acabamos de responder, por lo que debemos buscar una nueva manera más sencilla todavía de explicárselo, incluso ayudándonos a veces de cuentos o enseñándole fotos, vídeos, etc. También incluso a veces las preguntas pueden ser una manera de llamar la atención de sus padres, para ser el centro de la conversación o de la reunión.
Tenemos mucha suerte, aunque a veces nos agote, si nuestro hijo es un niño que lo pregunta todo; ello quiere decir que es un niño despierto, curioso, inquieto, que quiere y necesitar saber por qué se tiene que ir a la cama o por qué ladra el perro. Tienen que saberlo todo al momento, y nosotros debemos dedicarle tiempo para saciar su curiosidad, fomentando así que siga formulando sus preguntas, puesto que así podremos ofrecerle una mayor amplitud de vocabulario, tendremos la oportunidad de corregirle, enseñarle a conocer cosas nuevas, estimular su imaginación, su creatividad, iniciarlo en razonamientos simples y dándole seguridad en sí mismo. Incluso a veces podemos devolverle una pregunta del tipo: ¿A ti por qué te parece que es? Es una forma de obligarles a pensar, a saber que las respuestas no siempre nos las tienen que dar los otros.
Los niños son grandes preguntones, muchas veces sus preguntas son absurdas, ilógicas o curiosas, pero siempre debemos darle respuesta, aunque a veces nos dé la impresión de que ellos ni tan siquiera esperan una respuesta. Su espontaneidad puede hacernos pasar un mal momento, en caso de que hagan una pregunta inoportuna delante de una tercera persona, en ese caso podemos decirle que lo hablaremos más tarde y dar el tema por zanjado.
A veces sostienen largas charlas con ellos mismos, como si se estuviesen contando a sí mismos un cuento o una historia, imitando los relatos que oyen a los adultos. Incluso a veces sus historias comienzan siempre con la misma frase, por ejemplo “Era una vez un niño tan pequeño, tan pequeño…”, y a partir de aquí la historia cada vez toma un camino diferente, a veces una mezcla de realidad e imaginación, y otras, imaginación simplemente.
Uno de los recuerdos que tengo de cuando mi hijo era pequeño sucedió en Barcelona. Residíamos en un edificio que tenía la fachada totalmente acristalada por lo su limpieza la realizaba personal experto en limpiezas en altura de la empresa Eurobrill. Un día, cuando salíamos del portal, estaban con dichas labores. A mi hijo le llamó enormemente la atención, miró hacia arriba y preguntó: “Mamá, ¿esos señores vuelan como Superman?”.