Hace algunos años, tal vez demasiados, muchos alumnos regalaban a su profesora una manzana, un ramo de flores al finalizar el curso e incluso pastillas de turrón y dulces en los días previos a las vacaciones de Navidad. Normalmente lo hacían los padres de alumnos pequeños como muestra de respeto y gratitud hacia el tutor/a de sus hijos en la escuela. Ahora, sin embargo, parece que nos hemos vuelto todos un poco más exquisitos.
Mi hija tiene 5 años y hasta ahora habíamos pasado un poco del tema, no por falta de educación, sino más bien por falta de conocimiento y convicción porque soy del pensamiento de que a mí nadie me regala nada por hacer mi trabajo (ya se me paga un sueldo por ello). Hasta el año pasado mi hija había estado yendo a la guardería y nunca, jamás, nadie, me había puesto en el compromiso en el que me veo ahora. El problema es que este año la niña ya está en el “colegio de mayores”, como le decimos nosotros, y toda su clase (más bien los papás) han decidido hacer un regalo a la tutora del aula, por lo que si mi hija es la única que no participa puede que le hagamos más mal que bien. Conclusión: nos hemos visto obligados a participar en el regalo.
Mi mosqueo en sí no es por el dinero ni mucho menos, eso es algo insignificante, es más bien porque me veo en la obligatoriedad de ser infiel a mis convicciones por el bien de mi hija y ni siquiera es porque ella me lo haya pedido, es sólo porque otros padres y madres han decidido que todos los integrantes del aula deberían hacer dicho regalo.
Todo empezó por culpa de uno de esos odiados grupos de padres de WhatsApp. Últimamente he visto muchas noticias sobre este tema en los medios de comunicación porque, por lo visto, han creado más de una polémica, y la verdad no me extraña porque más que un grupo informativo parece un grupo de cotilleos y quejas donde todos hablan de todos y se ponen verdes mutuamente. De hecho, el periódico ABC ha publicado hasta un artículo sobre qué debemos hacer y qué no en un grupo de estas características. Desgraciadamente, no puedo salirme del grupo porque, si lo hago, no me enteraré del disfraz que han acordado para carnavales, de las excursiones del colegio o de cualquier otra cosa que SÍ me parece importante comentar.
El caso es que tenemos que poner 5 euros cada uno, que no es mucho, pero se le va a hacer algún que otro regalo a la profesora que no entiendo. Por ejemplo, veo perfecto (salvaguardando lo anteriormente expuesto) que se regale una pulsera personalizada con los nombres de todos los alumnos del acula como la que han comprado algunas mamás de la clase de mi hija en la tienda Joyería Lorena. Me parece un buen regalo porque será un recuerdo para toda la vida, o hasta que la pierda claro está. El problema es que la pulsera sale a 85 euros y como somos 30 familias, a 5 euros que quieren poner, hay en el bote 150 euros para el regalo a la profesora y ¿sabéis qué quieren comprar con los 65 euros restantes? Una caja de bombones, unas flores, un estuche de metal con pluma y bolígrafo de no sé qué marca y un maletín porta folios. Todo eso, en mi opinión, es pasarse.
Si la pulsera de marras cuesta 85 euros y son 30 niños, lo normal es que cada uno ponga 3 euros, y con los 5 euros que sobran que se compre, como mucho, la caja de bombones. Pero no, ellos tienen que llenar a la mujer de regalos como si no hubiera un mañana… ¿Y luego para qué? ¿Para que no castigue a sus hijos?
Valiente hipocresía
La ironía de todo esto es que supuestamente se hace este tipo de regalos como muestra de respeto hacia la figura del profesor en cuestión, pero estos padres, o muchos de ellos, han demostrado que no tienen ese respeto. El año pasado tres niños fueron castigados por pegar a otro durante el recreo, hasta ahí todo bien, pero en menos que canta un gallo se presentaron en el colegio los padres de los castigados pidiendo explicaciones. En otra ocasión, una niña que es bastante traviesa le pegó un bocado a otra y la profesora decidió obligar a la niña a pedir perdón delante de toda la clase, tanto a la víctima de su travesura como a toda el aula por su comportamiento, lo que a mi me pareció perfecto, pero por lo visto la madre de la niña que había sufrido el mordisco no se quedó contenta y fue a cantarle las cuarenta a la profesora. ¿Pero qué quería? ¿Qué le diera latigazos a la criatura o qué?
Al final lo que pienso es que los padres de hoy en día sobreprotegen demasiado a sus hijos en todos los sentidos, y este tipo de regalo no es más que un reflejo de la hipocresía que demuestran diariamente.