Los terceros molares o cordales, más conocidos como muelas del juicio, porque es la última dentición en desarrollarse y por lo tanto aparecen normalmente en la vida de una persona a una edad más madura, generalmente entre los 17 y 25 años, aunque también hay personas que nacen sin ellas, que nunca llegan a desarrollarlas o que pueden erupcionar solamente algunas de ellas, no todas. En este sentido, según manifestaciones realizadas por el presidente del Consejo General de Dentistas: “Según la teoría evolutiva, las muelas del juicio son unos dientes con tendencia a desaparecer en un futuro muy lejano en la especie humana”.
La mayoría de las personas tiene cuatro muelas del juicio, dos superiores y dos inferiores, que se sitúan en la parte posterior, con la función principal de ayudar en la trituración y masticación de los alimentos. Pero debido a esa aparición tardía en la boca puede ocurrir que cuando intenten salir no tengan suficiente espacio en el arco dental de la boca para desarrollarse y crecer con normalidad, originando lo que se denomina “muelas del juicio retenidas”. Esta retención puede ser parcial si asoma a través de la encía una parte de la corona dental o total si la muela no llega a atravesar la encía.
Estas muelas retenidas pueden crecer de distintas formas como, por ejemplo, crecer en ángulo contra la muela anterior o segundo molar, crecer recta o tumbada dentro del maxilar contra la muela contigua, crecer contra la parte posterior de la boca o crecer hacia arriba como cualquier otra muela, pero quedando atrapada dentro del maxilar. Todo ello puede dar lugar a que su erupción provoque diversas complicaciones, siendo las más comunes o importantes las siguientes:
- Daños en las otras piezas dentales. Si las muelas del juicio no tienen suficiente espacio para salir pueden llegar a ejercer presión sobre los dientes vecinos provocando que estos se apiñen o dañen, lo que puede dar lugar a que se haga necesario instaurar un tratamiento de ortodoncia para dar solución a este problema, tal y como nos puede aconsejar el doctor Daniel Martín de la Clínica dental Sedi, que bajo el lema “nos mueve tu sonrisa” o “tu salud no es un negocio, sino un objetivo”, aplica con cada uno de sus pacientes los mejores protocolos y técnicas de trabajo junto con la tecnología más avanzada del momento para cuidar de la mejor manera posible la dentadura de todas y cada una de las personas que pasan por sus instalaciones.
- La muela del juicio puede quedar incrustada y formar un quiste o saco que se puede llenar de líquido y dañar las raíces de las piezas dentales adyacentes, los nervios o destruir el hueso de la mandíbula que sujeta los dientes, es lo que se conoce como quiste dentígero, folicular.
- Las muelas del juicio parcialmente retenidas o que no ocupan una posición correcta en la boca pueden dificultar la utilización del cepillo dental o el hilo dental, por lo que la limpieza y cuidado de las mismas puede llegar a ser menos eficaz, a la vez que facilitan que los restos de comida queden atrapados entre la encía y la muela, lo que da lugar a que las bacterias causantes de infecciones, caries o enfermedad de las encías puedan hacer su aparición.
Una muela del juicio retenida puede no estar sana y presentar una fuerte infección, lo que provocar algunos síntomas como:
- Un fuerte dolor en la mandíbula que se puede irradiar a los oídos, garganta o cabeza.
- Sangrado de las encías, sensibilidad dental y dolor al masticar.
- Encías enrojecidas, hinchadas e inflamadas.
- Sabor amargo y desagradable en la boca, mal aliento o halitosis.
- Dificultad para abrir la boca.
En este caso es importante acudir a la consulta de un especialista de confianza donde nos tratarán con un antibiótico y tras realizar las pruebas médicas pertinentes el equipo médico especialista valorará si considera necesaria la extracción o no de dichas muelas.
Nervio trigémino
Uno de los dolores que puede llegar a confundirse con un fuerte dolor de muelas es el provocado por la neuralgia del trigémino. Este nervio es el encargado de transmitir las sensaciones del rostro al cerebro por lo que, si este está alterado por consecuencia de algún trastorno de salud o por envejecimiento cualquier estimulación del rostro como comer, beber, afeitarse, hablar, sonreír, cepillarse los dientes… puede desencadenar un dolor muy fuerte, agudo y punzante, descrito por los pacientes como una gran “descarga eléctrica” en la cara.