Este año hemos decidido que toda la familia celebrará Halloween, incluidos los abuelos. Desde que era niña me han gustado las películas de miedo, así como los disfraces terroríficos, los cuentos y todo lo que tuviera algo que ver con el misterio y lo paranormal, y mi hijos, de 7 y 9 años, lo han heredado. No les da miedo nada, pueden ver una película conmigo y luego irse a dormir tan tranquilos sin tener pesadillas ni problemas de insomnio, y les encanta la idea de poder celebrar Halloween este año.
Hay quienes han criticado mi idea diciéndome que eso es una “americanada” y yo les contesto ¿y qué? ¿Acaso no tenemos que tragarnos “americanadas” todos los días y yo no puedo celebrar lo que me gusta? Que si el Black Friday, que si San Valentín… todo eso nos parece bien, pero Halloween está mal visto ¿no? A veces creo que somos demasiado hipócritas, o interesados porque, yo lo que veo es que las rebajas y los regalos los aceptamos, pero en Halloween, como no hay nada de eso, clamamos al cielo diciendo que nos van a robar las costumbres españolas y el día de todos los santos.
¿Y si celebramos todo?
Pues yo creo que una cosa no tiene por qué apartar a la otra y que podemos disfrazarnos el día 31, hacer juegos con los niños y contar historias de miedo, y el día 1 levantarnos a comernos los huesitos de gloria típicos de ese día y, quien quiera, irá y llevará flores a sus familiares fallecidos.
Para mis hijos hemos comprado sendos disfraces de Joker en La Casa de los Disfraces, mi marido llevará una máscara de látex de Saw, y lo mío es una sorpresa. He comprado cuerda de algodón en Cuerdas Valero, y voy a liarme en ella totalmente para convertirme en La Momia de cuello para abajo, porque la cara me la voy a maquillar como la de la chica-momia de la última peli de Tom Cruise. Los abuelos dicen que no se van a disfrazar pero conforme entren por la puerta les voy a maquillar de zombies.
Vamos a hacer cena terrorífica, con dedos sangrientos (perritos de salchicha), ponche envenenado (bebida refrescante con tinte alimenticio de color verde) tripas de zombie (coca de carne picada a la barbacoa con mucho tomate cocida en forma de rollo y colocada como si fuera un intestino) y, de postre, galletas de fantasmas. Buenísimo todo.
Una vez haya terminado la cena tendremos que contar una historia de miedo, cada uno una diferente, y al terminar jugaremos al monopoli o a las cartas hasta que los abuelos se cansen o los niños se duerman, una de dos.
Cuando nos quedemos solos los papás toca película de miedo y estoy dudando entre ver “It” o “Anabelle Creation”. Mi marido quiere ver “Stranger Things”, que yo no digo que no esté bien, de hecho tengo muchas ganas de que llegue el estreno mañana, pero miedo, lo que se dice miedo, no da…
Por la mañana, sobre las 10, la madre de mi marido vendrá a por mis hijos para llevárselos al parque y a comprar buñuelos y huesitos de gloria, porque luego comeremos todos juntos y ese será el postre con el café.
¿Veis? Es posible celebrar ambas cosas… ¿No creéis?