Cuando se piensa en los adolescentes la mayoría de las personas llegan a los recuerdos de esos jóvenes escándalos a los que no les importa nada y que por lo general, son descuidados, antipáticos con los adultos y que no le prestan atención a nada más que a sí mismos.
Y la verdad es que no hay nada más lejos de la realidad o por lo menos no en todos esos aspectos, lo que pasa es que muchos adultos hemos olvidado cómo se siente ser adolescente y de ahí parte un comportamiento que dista tanto entre unos y otros, por lo que lo primordial es ponerse en los zapatos del joven y intentar mirar el mundo desde sus ojos inexpertos y no desde los ojos de adulto experimentado.
Uno de los graves problemas entre adultos y adolescentes es las expectativas que tanto unos como otros tienen sobre el rendimiento escolar, así cómo llegar a un acuerdo que beneficie el proceso educativo del menor. Así, muchos de los errores se comenten en este aspecto son por no saber cómo apoyarlos de una forma sana, responsable y respetuosa.
Por ello y pensando siempre en el éxito de los jóvenes, hemos contactado con Academia Elipa, quienes con su experiencia en el acompañamiento educativo en los diferentes niveles primaria, ESO y bachillerato, nos pueden ayudar a comprender cual es la mejor manera de guiarlos en el camino educativo sin perder la motivación.
Adolescencia, escuela y familia
La adolescencia es una etapa confusa para los jóvenes ya que esta se encuentra en un limbo entre la niñez y la vida adulta, partiendo de allí, todo es nuevo, diferente, complejo y sobre todo, cambiante. Las cosas que importaban o interesaban dejan de hacerlo y dan paso a nuevos intereses, el cuerpo cambia y las hormonas están fuera de control, y comienza una guerra entre lo que se conocía y todo el mundo nuevo por conocer.
Por lo que en muchas ocasiones la escuela deja de ser una prioridad, trayendo problemas con los adultos responsables. El problema real radica en querer que el adolescente deje de prestarle atención a todos los cambios propios de esa etapa de su vida para que se concentre única y exclusivamente en sus deberes y logros académicos.
Pensar de esa manera sólo logrará que el adolescente sienta que sus adultos no son personas en los que puedan confiar ya que no valoran sus sentimientos, emociones y experiencias -ya que lamentablemente, como adultos tendemos a olvidar la época en la que nosotros fuimos los adolescentes- por ello, se marca una diferencia abismal entre los problemas de uno y los problemas del otro.
Un proceso educativo exitoso incluye muchos factores que no dependen solamente del joven; evidentemente la responsabilidad del estudiante es individual y no puede disminuirse, pero es importante entender que hay otros factores a tomar en cuenta y que deben valorarse, como los problemas en casa, dentro de la institución educativa, de salud, anímicos y económicos.
Aunque los adultos pudiéramos pensar que los adolescentes y los niños no se dan cuenta de nada, ellos lo saben y entienden cuando las cosas están bien o mal en su entorno, por lo que esa premisa de “su única preocupación es estudiar” no es correcta, pues todo lo que pasa a su alrededor sea bueno o malo, se ve magnificado por su inexperiencia. Así, el rol de la familia se vuelve fundamental en impulsar el éxito académico, pero más importante aún, el éxito como ser humano.
¿Cómo motivar al adolescente a estudiar de una manera sana y respetuosa?
Como adultos es nuestra responsabilidad no solamente proveer los recursos necesarios para que el adolescente pueda cumplir con sus actividades, sino también participar activamente en el proceso de forma que este entienda que estamos allí para ayudar, que confiamos y creemos en sus capacidades, y que valoramos lo que hace.
Por ello, hay algunas recomendaciones que podemos seguir para que el mensaje llegue y que sea un trabajo en equipo que involucre a la escuela, al adolescente y a la familia; estas son:
- Involucrarse en las actividades que plantee la escuela
A los adolescentes les va mejor en la escuela cuando los padres apoyan sus esfuerzos académicos, por lo que asistir a los eventos o reuniones de la escuela es una buena manera de conocer a los maestros de nuestro hijo y saber cuáles son sus expectativas, su comportamiento y las exigencias propias de cada asignatura.
Lo importante es participar activamente en todo lo que involucra el proceso educativo, ya sea académicamente, extracurricular o recreativo. Eso sí, es fundamental hacerlo respetando el espacio del adolescente y permitiendo la independencia propia de la edad.
Solicitarle a la escuela un cronograma de actividades en las que pueda participar voluntariamente, le dará a entender al joven que no sólo se esperan buenos resultados a nivel de calificaciones, sino que también es importante todo lo que rodea su educación.
- Ayudarlo a organizar sus tiempos
Involucrarse y ayudar no significa “hacer las cosas por él”, por lo que lo ideal es guiarlo en la organización del tiempo para que tenga espacio para cumplir con sus responsabilidades de la manera más efectiva. Lo importante es que esta organización no sea impuesta por parte del adulto, sino que se le permita al joven priorizar y descubrir cuál es la mejor manera de distribuir su tiempo.
La organización del tiempo debe incluir espacios recreativos y de descanso, pues no la idea es educarlo para la vida y que sepa que a largo plazo este tiempo también será fundamental para él; pero también debe haber espacio para las labores dentro de casa, pues estas también forman parte de su rutina y sus responsabilidades.
En este particular debemos permitirle al adolescente equivocarse y volver a comenzar, pues equivocarse y organizar mal el tiempo es un aprendizaje que lo hará plantear las cosas de mejor manera en el futuro. Del ensayo y error también se aprende, y la idea es que pueda gestionar por sí mismo su tiempo de una forma efectiva.
- Fomentar el diálogo y las actividades en familia
Es evidente que la mayoría de los adolescentes prefieren estar con otras personas a estar con sus familias. Sin embargo, hacer actividades juntos que le permitan al joven distraerse y crear un clima agradable con padres, hermanos, abuelos, ayuda a abrir canales de comunicación, que son fundamentales para la motivación necesaria para alcanzar metas.
La comunicación es fundamental para crear lazos afectivos con otras personas, lo que la hace indiscutible en la dinámica familiar, pero aquí volvemos a lo que comentamos en apartados anteriores, el adulto suele querer un tipo de comunicación concreta que capaz el adolescente no está preparado para dar o no sabe cómo hacerlo.
Es por ello que lo más importante es aprender a comunicarse efectiva y afectivamente, respetando los puntos de vista y vivencias del otro, sin presionar y adaptándose a los tiempos del menor. Pensemos siempre que lo ideal es que el adolescente confíe en nosotros y pueda acercarse a pedir ayuda cuando lo necesite, de forma que si forzamos una comunicación esta puerta se cierra y es muy difícil de abrir nuevamente.
- Cree un espacio cómodo y agradable
Los adolescentes valoran profundamente la privacidad y la independencia, por lo que tener un espacio propio para estudiar o permitirle hacer las cosas a su manera le demuestra al joven que confiamos en él y que sabemos que hará todo lo posible para obtener buenos resultados. Por ello, darle un lugar para que puedan hacer sus actividades sin la presión constante de tener a alguien mirando por encima de sus hombros todo lo que hace, es una buena opción para motivar a cumplir con sus responsabilidades.
Ya sea un pequeño escritorio, una habitación que funcione como estudio o simplemente permitiendo tomar un tiempo y espacio sin interrupciones, puede ser de gran ayuda para que el adolescente pueda concentrarse y hacer sus actividades. Otro punto importantes es entender que lo que nos funcionó a nosotros en nuestra adolescencia, tal vez no les funcione a ellos, lo que significa que debemos tener claro que respetar su manera de aprender es fundamental.
La adolescencia es una época plagada de cambios que necesitan tiempo para ser asimilados, por ello es necesario que los adultos aprendan a respetar y valorar los tiempos que los jóvenes necesitan para adaptarse a todos estos cambios.
Sin embargo, es importante que las reglas y normas de la casa y familia estén claras y que haya consecuencias en caso de no ser respetadas. La disciplina debe ser aplicada con amor, respeto y sin violencia, ya que no buscamos que nuestro adolescente tenga miedo de nosotros, sino por el contrario, que sepa que siempre estaremos allí para apoyarlo en el camino de la vida, el cual indiscutiblemente incluye su proceso educativo.
Partiendo de allí, es nuestra labor como adultos aprender a escuchar y leer entre líneas lo que nuestro adolescente no nos dice, de forma que podamos estar activamente acompañando su aprendizaje no solamente en el aspecto académico, sino en todo su proceso de formarse como ser humano, ciudadano y miembro de una comunidad.