Cuando el Covid19 hizo su aparición en china, o bueno, más bien cuando nos enteramos nosotros de que ya estaba allí, yo pensé “pobrecitos, menos mal que estamos lejos”. Supongo que fui una de esas que pensó que en España estábamos a salvo. Mi mujer, sin embargo, empezó a agobiarse y yo le dije que era una exagerada. Cuando el virus llegó a Italia y empezó a causar estragos pensé que tal vez aquí también llegaría, pero con suerte con mucha menor virulencia, y mi mujer empezó a salir cada vez menos a la calle y a sacar lo mínimo a mi hija. Cuando empezaron a salir positivos aquí, poco a poco, mi mujer habló de que tendríamos que empezar a comprar mascarillas, yo no le hice casi y luego no encontramos en ningún sitio. Debí creer más en su instinto ¿verdad?
Ahora yo veo cómo va el país y mi esperanza, o mi poca cabeza, me dice que seguramente esta segunda oleada no será para tanto y que, probablemente, lo que queda pase pronto y rápido. Ella, que es más lista que yo, cree que esto va a volver a ir a más, incluso se cree que puede existir la posibilidad de que los niños no empiecen el colegio en septiembre o que, si lo empiezan, acaben cerrando un mes después. Esta vez sí voy a hacerle caso y su instinto ahora dice que disfrutemos lo que, según ella, no podremos hacer después.
Por un lado no me preocupa nada este tema porque en invierno quedarte en casa, en el sofá, viendo una película dominguera bajo una manta calentita no es un mal plan ¿verdad? Pero por otro lado pienso en los niños y en cómo han pasado estos meses, en cómo están pasando el verano, y en cómo pasarán el invierno y todo vuelve a empezar y sé que ella vuelve a tener razón.
¿Y por qué os cuento todos estos pensamientos o toda mi historia? Pues porque sé que no somos las únicas que estamos en esta situación, sé que muchos de vosotros estáis poniendo en una balanza la felicidad de vuestros hijos este verano y en la otra el miedo a un posible contagio, y sé que si leéis mi vida tal vez os veáis reflejados en ella, o tal vez no pero igual sacáis algunas ideas.
Disfrutemos lo que queda de Agosto
Tenemos la suerte de vivir cerca del mar, sé que no todos podéis decir lo mismo, y lo siento, pero otros tienen la suerte de vivir en urbanizaciones con piscina y zona de juegos, otros pueden jugar en zonas exteriores de su vivienda y otros tienen enormes terrazas donde pasar agradables veladas. Nosotras no, solo tenemos un piso reformado (que me encanta, todo hay que decirlo) en un edificio antiguo y sin zonas comunes, así que solo nos queda la playa, y doy gracias por ellos.
También soy consciente de que hay pueblos en los que ya están confinados, o zonas en las que se ha vuelto a la FASE 1 de desescalada buscando frenar los rebrotes. Sé que en Barcelona y Madrid, las dos grandes urbes de España, lo están pasando mal, y sé que muchas familias que viven allí ya han decidido no salir de casa salvo para lo indispensable.
Hace una semana mi prima tuvo que ir a Madrid cuatro días y ha vuelto llevándose las manos en la cabeza. Asegura que puedes viajar tranquilamente en metro, que no hay aglomeraciones en las calles y que prácticamente no se ve a nadie a ciertas horas del día. Todo eso, siendo Madrid, solo puede significar una cosa: las familias tienen miedo y se están quedando en casa, lo siguen pasando mal, y yo tengo la suerte de no residir en esa comunidad.
Por eso, cuando digo que podemos ir a la playa siempre que nos apetezca también digo que soy consciente de que muchos de vosotros no podéis, y no pretendo alardear, solo explicaros que estamos haciendo lo posible para que los niños disfruten todo lo posible mientras puedan, y nosotras también.
Bares y restaurantes
Hasta hace cuestión de dos semanas, y con todas las precauciones del mundo, íbamos de vez en cuando a heladerías o a bares para tomarnos una caña fresquita en la terraza, a día de hoy miramos mucho donde nos sentamos porque nos dan miedo las mesas que están demasiado cerca y no dejamos que los niños jueguen en los parques infantiles por miedo a los contagios.
David, el mayor, nos dijo que le apetecía bajar a cenar a un chiringuito al que vamos todos los años en verano y que está junto al mar pero nosotras tenemos miedo ahora mismo así que se nos ocurrió algo: ir a cenar a la playa pero con todo el lujo que el chiringuito nos ofrecía.
Asamos sardinas en casa para nosotras, y salchichas caseras para los niños, metimos dos barras de pan en una mochila y compramos un refresco de cola para ellos y una botella de vino Marina Alta para nosotras. Ese vino, de bodegas Bocopa, es uno de los mejores que he probado en mi vida y sé de sobra que los hay de mucha mayor “alcurnia” pero este me gusta y es barato así que siempre que hay un evento especial mi mujer me compra una de esas botellas.
Compramos bolsas de patatas y preparamos una gran ensalada para todos, después solo quedó coger la mochila, la mesa y sillas de playa, y empezar a caminar rumbo al mar.
Cenamos cerca de la orilla, a la luz de las estrellas, con los niños jugando en la arena y justo donde rompen las olas. Nos reímos, disfrutamos de lo lindo y encima todo nos salió bastante económico. Sin embargo, siempre se queda algo clavado dentro de ti porque no has hecho esto después de tener una gran idea para una noche especial, has hecho esto después de decirle a tu hijo que sería mejor no ir al chiringuito “por si acaso” y al ver su carita triste has pensado que tal vez podrías montar todo esto y cenar al lado del mar para que ellos puedan pasarlo en grande.
Según un artículo publicado por El País, uno de cada cuatro niños padece ansiedad por el confinamiento, y no me extraña, así que yo pretendo hacer que pasen el mejor verano que puedan, solo por si acaso.
¿Os imagináis lo que sufrirán si no pueden volver al colegio en septiembre? ¿O si vuelven pero han de cerrarlo de nuevo? ¿Os imagináis lo que será para ellos si vuelven y todo va como esperan? ¡Eso también será horrible! ¿Sabéis por qué? Pues porque los mayores de 6 años saldrán al patio a jugar con mascarillas, no podrás prestarse materiales en clase, no podrán jugar todos juntos a los mismos juegos de antes y tampoco creo que puedan hacer deporte en clase de gimnasia del mismo modo. Si todo sale bien, serán menos niños en cada aula lo que implica que muchos amigos de colegio se separarán este año, si todo sale bien irán a clase, pero a una diferente, a una en la que las normas sin más estrictas y donde todo habrá dado un giro enorme.
Y es que a veces se nos olvida que si para nosotros es complicado adaptarnos a la nueva normalidad, ¿cómo es para ellos? Llevamos varias semanas ya con el uso de mascarilla obligatorio y yo sigo saliendo de casa sin mascarilla porque la olvido, lo que me obliga a retroceder el camino para regresar a casa y cogerla antes de volver a salir a la calle. Si eso me pasa a mí, que no consigo adaptarme del todo ¿cómo podemos pretender que para ellos sea algo sencillo? No lo será, y por eso hay que ayudarles.
A veces pienso en que si yo tuviera 7 años y de repente viera a todos el mundo con mascarilla en la calle me moriría de miedo. ¿No pensáis igual?
Lo que queda de agosto, queremos bajar a la playa todo lo que podamos, queremos hacer planes en familia, queremos jugar con los niños todo lo que podamos, incluso con nuestro perro, por si luego solo podemos sacarlo a la calle para hacer sus necesidades y regresar corriendo a casa, como antes, queremos que sea uno de los veranos más raros y divertidos de nuestras vidas, y quiero proponeros a todos vosotros, lectores, que hagáis lo mismo.
No sé qué va a pasar en septiembre, ni en octubre o cuando estemos en pleno invierno, no sé si llegará la vacuna pronto o si tardará varios meses aún, no sé nada de nada porque ni siquiera los expertos se ponen de acuerdo en lo que es posible que pase, o no. Lo único que sé es que si mis hijos sufren yo también, sé que ellos son el futuro del país y sé que muchos van a necesitar terapia para salir del estado en el que se encuentran ahora mismo, o se encontrarán después, así que todo lo que esté en mi mano para evitarles traumas mayores lo haré con gusto, aunque quiera echarme la siesta en lugar de jugar a la pelota, aunque quiera descansar en casa en lugar de jugar a saltar las olas en la playa. ¿Os apuntáis a mi plan veraniego este año? Solo necesitáis un poco de pilas y muchas ganas de estar en familia.