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Las mudanzas con niños

La logística del mueble y los transportes de muebles en general pertenecen a ese rango de operaciones capaces de destrozar los nervios al más pintado. Una mudanza puede pasar de ser un proceso ilusionante a un via crucis interminable.

El asunto se agrava si, además, quien la experimenta es un niño. A su edad, los cambios bruscos pueden resultar traumáticos, puesto que se pierde de improviso un área de confort y seguridad que se tenía por garantizada. Es por ello que los niños suelen necesitar alguna explicación extra que justifique una necesidad de mudarse que para los adultos suele ser más evidente.

Con un poco de paciencia, se puede reproducir esa misma zona de confort en el entorno de la nueva residencia familiarizando al niño con las características del lugar, estableciendo espacios reconocibles y de referencia, despertando la curiosidad por las nuevas oportunidades que pueden ofrecer los alrededores y detallar los puntos en común entre el anterior domicilio y el presente. Uno de los mejores estímulos que pueden recibir es, además, que se les permita contribuir con voz y voto a la redecoración de su espacio dentro del hogar. Esta toma de decisiones facilita la configuración de un espacio propio, adaptado a la medida de sus requisitos, y fomenta la ilusión del niño por el cambio. Que participe en la elección del color de la pintura, la decoración del entorno o la reubicación de los muebles de su cuarto, donde incluso puede recurrir al transporte los muebles de su antigua habitación. En definitiva, hacerles partícipes y agentes activos de la mudanza rebaja esa sensación de sentirse desplazados que habitualmente predomina entre ellos y que les infunde desorientación y desprotección.

Por otro lado, el empleo de pequeños mapas, fotografías divertidas, paseos previos, etcétera, también ayuda a descargar de presiones el proceso de adaptación. En este sentido, sería útil también conocer los centros de ocio, las asociaciones infantiles y las actividades deportivas y culturales que podría proveer este nuevo emplazamiento, ya que supondrán una herramienta esencial para la interacción social y la creación de nuevos lazos de amistad para los chavales, más allá de que convenga que procuren mantener un contacto frecuente por medio del teléfono, el email o las redes sociales con su antiguo círculo de confianza, al igual que invitarlos a conocer la nueva casa. Un balón de fútbol y un par de carreras despejan hasta la mente más atormentada.

Los problemas más frecuentes de las mudanzas provienen de las dificultades que se advierten en el venidero proceso de integración en un nuevo contexto urbano y humano. La frustración puede derivar en cuadros de ansiedad que afecten a la vida cotidiana del niño. De su conducta pueden extraerse ciertos indicativos como, en el caso de críos de corta edad, que adopten un tic relajante como que se chupen el dedo compulsivamente, que se orinen en la cama o que se aprecie en ellos una irritabilidad poco común e incluso comportamientos extraños. Para niños de mayor edad, los síntomas pueden variar desde la depresión y el retraimiento, las variaciones en el comportamiento que oscilan desde la timidez más absoluta a la irritabilidad y la agresividad, la pérdida del apetito o las alteraciones en el ritmo del sueño. Si bien entre los preadolescentes este hecho se puede razonar de manera más controlada, no dejan por ello de aparecer muestras similares, como son las alteraciones del sueño, las dificultades para mantener la concentración, otras somatizaciones del estrés como los dolores de estómago y/o de cabeza o el surgimiento de comportamientos agresivos y asociales en el peor de los casos.

No obstante, si se cumplimenta de manera satisfactoria, poniendo atención en la evolución afectiva de los niños, el resultado de la mudanza puede resultarles incluso beneficioso. Más allá de las nuevas oportunidades que proporcione el traslado –es decir, del motivo primario que mueve a realizarlo-, la realización de la mudanza sirve como una experiencia de maduración que desarrolle en el niño virtudes esenciales para su vida como la paciencia y la independencia ante la incertidumbre, así como la resistencia a los cambios bruscos y estresantes. Asimismo, esta interacción estrecha no solo aligera las preocupaciones naturales que implica la mudanza, sino que, por su carácter compartido, también estabiliza y estimula el marco de convivencia familiar.

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