Hay quien asegura que somos música que, concebir sonidos acordes a los principios de la melodía, la armonía y el ritmo son una capacidad intrínsecamente ligada al ser humano. No se trata de una teoría, es una realidad que la música ejerce un gran poder sobre el cerebro y el estado de ánimo. Esta realidad mas que refutada por la ciencia, hace pensar en la importancia que tiene la inclusión del aprendizaje musical desde la primera infancia. Incluso antes de nacer, es aconsejable poner música a los bebes a través del vientre materno.
Nada como la música para mover emociones. La implicación de la misma en los procesos cognitivos, la convierten en una excelente herramienta con efectos tan relevantes como el terapéutico. Los estímulos musicales, consiguen un aumento del volumen de neurotransmisores como la dopamina que se libera ante estímulos que producen placer o regula los niveles de serotonina, oxitocina o epinefrina que llevan sentir estados de placer similares a los que se obtienen con ciertas drogas.
Resulta evidente que la música posee esa capacidad de estimular las emociones a través de los circuitos cerebrales concretos que hacen que se convierta en una experiencia única.
Si nos detenemos un instante a pensar en nuestro comportamiento con los bebés, nos damos cuenta de forma inmediata de como se produce la comunicación entre adulto y bebé. Modificamos de forma natural el tono de la voz. La modulamos de manera continua y canturreamos o tarareamos con un solo propósito: expresar y transmitir cercanía, confianza, seguridad y amor. Al escuchar el llanto de un bebé, los adultos, reaccionamos meciéndolo de forma acompasada, como si siguiéramos una suave melodía. De forma espontanea y natural, cantamos bajito coordinando tempo y movimiento para procurar su descanso.
Estos estímulos, producen una serie de efectos en el bebé que les proporciona calma, paz y sosiego. La música, permite que concilien el sueño o sigan con lo que hacían antes de sentirse alterados. Esto nos indica dos cosas respecto a la música: su capacidad para transformar la emoción, equilibrar el estado de bienestar y gestionar las emociones y, la habilidad innata del ser humano de rimar, cantar y danzar sin necesidad de instruir al adulto en música.
Cabe preguntarse si, ante este impulso innato y natural, qué pasaría si la formación musical se incluyera en la primera infancia, de manera consciente y a cargo de músicos especializados en musicoterapia. Como asegura Kristina, profesora de piano, cuanto antes se inicie el aprendizaje musical, mayores beneficios obtendrá el bebé o niño.
Beneficios del aprendizaje musical temprano
Si la música es poderosa para los adultos a los que puede unir al son de un compás o hacerse levantar en un estadio abarrotado, generando emociones y evocando momentos, que no hará a edades tempranas. El cerebro infantil es capaz de hacer hasta un millón de conexiones neuronales en un segundo. Los elementos que componen la música (ritmo, armonía, melodía y timbre) ponen a funcionar a toda la maquinaria cerebral, propiciando una óptima sinapsis, lo que viene a ser, producen un estímulo en la comunicación de las neuronas y favorecen su progreso.
Se han llevado a cabo numerosos estudios científicos que confirman la implicación cerebral en cualquier actividad musical, algo que sucede particularmente cuando se práctica la actividad musical en grupo.
El desarrollo de habilidades cognitivas es uno de los factores positivos con los que cuenta la música. Al escuchar música, el niño o niña, desarrolla el oído y la atención; al cantar, estimula el área del lenguaje, coordinando de forma inconsciente la melodía y el ritmo, con el movimiento corporal, poniendo en funcionamiento y potenciando la motilidad gruesa. Al tocar un instrumento, entra en juego la motricidad fina, es decir, la coordinación, se repite la experiencia positiva, estimulando la memoria, mira para comunicarse y comparte con el grupo en un claro aprendizaje de las habilidades sociales. A todo este cóctel, se suma lo bien que se lo esta pasando al tiempo que genera dopamina.
Ya lo dice el dicho: la música amansa a las fieras. Tras una actividad musical compartida, entran juego una de las mayores cualidades de la actividad: la socialización. Niños y niñas, más felices, gracias a las endorfinas generadas, sienten mayor confianza en los demás y construyen un mundo emocional sano en el que se aumenta la autoestima. Al mismo tiempo, se fomenta la empatía y la capacidad de entender cómo se siente el otro. Alienta la habilidad, tan necesaria, para saber expresar sus emociones, facilitando el desarrollo de la inteligencia emocional que podría ayudar a sustituir el llano. En definitiva, la música los convierte en mas sociales y emocionales.
La experiencia musical es, sin duda, el lugar adecuado para permitir que conozcan mejor a los demás, e incluso, a sí mismos. Sin olvidar que se prepara el terreno para que su cerebro asimile los futuros aprendizajes, sean cognitivos, emocionales o sociales.
Con la finalidad de lograr los mejores resultados, la responsabilidad del experto cae en tener conocimiento de las diferentes etapas del desarrollo para poder planificar y dirigir cada propuesta musical, adaptada a cada etapa de crecimiento. Siendo así, se garantiza el éxito del aprendizaje. En los primeros años, estas actividades, se llevan a cabo en talleres de familia, escuelas de música, infantiles o centros de Educación Primaria. Factor a tener en cuenta a la hora de seleccionar el centro educativo al que va a acudir, la formación o aprendizaje musical que ofrezcan.
Existen cada vez más especialistas en este sentido y, todos convienen que, para realizar un trabajo y aprendizaje musical en la primera infancia, hay que tener claro que la música debe estar al servicio de los niños y niñas y no al revés. Evidentemente, hay que tener en cuenta sus necesidades reales: como se encuentran, la respuesta ante los sonidos, los que les gustan y los que no, validar sus emociones, sean buenas o malas y, escuchar lo que tienen que decir. En función de todas estas necesidades, individuales y colectivas de los infantes, se organiza un plan de acción y desarrollo. Un plan en el que no se cortan las alas a la improvisación, la espontaneidad, la imaginación y la creatividad tan presentes en esa etapa de la vida.
Es fundamental que el aprendizaje musical se realice partiendo de lo que son los niños y niñas a esa edad: movimiento en estado puro con el que solo tienen que descubrir y experimentar. La mejor manera de aprovechar esa inquietud es procurar que el aprendizaje se lleve a cabo de manera lúdica, a través del juego. Todos sabemos que, en esa etapa, el juego y el movimiento son los conceptos que definen lo que es un niño o niña: actividad y aprendizaje continuo.
Importancia real
La importancia del aprendizaje musical a edades tempranas es una realidad. Escuchar la música de un niño, conlleva estar en sintonía con sus sonidos, ritmos y melodías. Se trata de compartir una vivencia gratificante, dialogar y darle valor a esa experiencia que comparten los padres e hijos.
Para los niños y niñas, la música, constituye un medio expresivo y de comunicación que fomenta el vínculo con otros niños y niñas. Mediante los ritmos y melodías, los pequeños, vivencian las sensaciones y sentimientos que generan aprendizajes que se hayan en continua relación e intercambio con el mundo, las personas y los objetos que les rodean. Permitir que se den este tipo de manifestaciones musicales, permite que el niño o niña, pueda experimentar, explorar y conocer a través de sus propias iniciativas. Experiencias que favorecen el aprendizaje en base a las propias emociones.
La música es un lenguaje propio, podría decirse que universal, pues todo el mundo entiende los ritmos y melodías. Este lenguaje, introduce a los niños y niñas en los sonidos y significados de las palabras, al tiempo que permite y propicia el desarrollo de la memoria. La música puede ser un factor clave en el desempeño de las habilidades motrices, intelectuales, sociales y emocionales. Si escuchan piezas adecuadas a cada edad y etapa de desarrollo, se potencia el descubrimiento de las estructuras verbales que, a través del juego, con el que puede explorar y consolidar los que suena en concordancia con la comunicación verbal y el lenguaje.
Según pasan los años y el niño va creciendo, se dan lugar a otra serie de estructuras musicales de mayor complejidad que, aumentan y enriquecen la búsqueda y los procesos de pensamiento, además de fomentar su creatividad.
Cabe señalar que, la música por si misma, no da sentido a un niño o niña, si no que es al revés. A través del intercambio constante y el vínculo con otros padres, el niño o niña, le confiere a la música un valor en particular.
En resumen, la música esta en todas partes: gestos, movimientos, voz, palabra, sonido… Todos lo que hacemos, conlleva un tempo, un ritmo y una sonoridad que son perfectamente adaptables al lenguaje musical. Lenguaje que, todo el mundo puede aprender y comprender con independencia de su edad, cultura o conocimiento. La música es esencial en la formación de las personas por los muchos beneficios que aporta, cuanto antes se inicie este aprendizaje, mayores beneficios.